Chicago a medianoche
Al caer la noche Natal se pone el pijama de Chicago. En la distancia, desde el monstruoso puente Newton Navarro, las luces de Natal distorsionan en sus sombras los rastros de Sullivan y Lloyd Wright. En la kilométrica y miope distancia se dibuja la memoria de la Ciudad del Viento: en vez del refrigerante lago Michigan, el cálido Atlántico calienta la respiración. Bajo la cargante iluminación del puente la ciudad se columbra portentosa, ordenada, viviente. Bien tejida y consciente, es dueña de la representación: una insinuación rijosa de expectativas, armonía y color.
El modelo urbanístico es tajante: a lo lejos una imagen, de cerca la contraria; bajo una luz una impresión, sin ella la contraria. En la distancia se distinguen los contornos occidentales de los que surge: el dibujo es un croquis norteamericano de mayor voluntad que manufactura, de modesta escala. El perfil urbano se desdibuja desde dentro, y una inspección rutinaria antepone el deterioro: la piel tiene manchas, la carne se agrieta, los dientes se pudren, los ojos no se ponen de acuerdo: mientras uno se muere de hambre, el otro baila samba. En las distancias cortas impacta el mal aliento: en Natal conviven la marginalidad y la riqueza en un mismo punto, bajo la luz de la misma farola, sobre la misma baldosa. Entre una escombrera y una valla electrificada queda un espacio de oportunidades perdidas. Las favelas acosan las fortalezas de los ricos, y estas profanan las rutinas de los pobres. La convivencia se expresa en una dificultad antagónica, en un diálogo dimitido, en una violencia removida.
El drama de arder le ofreció a Chicago una oportunidad histórica: preguntarse qué quería ser. En ese momento de reflexión Louis Sullivan pasaba por allí. La oportunidad de refundarse es comparable al privilegio del asentamiento. Pocas ciudades pueden sentirse tan distinguidas al levantar sus posaderas del suelo: al hacerlo Natal observa un espacio fascinante de flora, fauna y luz. Se desconoce qué hubiese hecho Lloyd Wright si hubiese pasado por allí, tal vez disfrutar de un rato de sol y dejar el terreno tal y como estaba.
