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Ciudadanos modélicos

David Aller

Era el presidiario ejemplar: educado, trabajador, buen estudiante. Siempre madrugaba y nunca enfermaba. Durante su estancia en prisión desarrolló un escrupuloso sentido de la solidaridad ciudadana: apenas comía y se zurcía los calcetines con el propósito de ahorrarle dinero a la Administración. Tampoco encendía la luz ni usaba agua caliente, y en invierno cerraba la llave del radiador aunque no le diesen mantas. Durante veinte años le concedieron por unanimidad el premio al recluso del año. Los representantes políticos se fotografiaban con él durante las campañas electorales. Era tan ejemplar que incluso era inocente. Pero en una ocasión cometió un error, y dos días después de huir de la cárcel fue consciente de su equivocación. Se había marchado sin hacer la cama. Regresó de inmediato y al entrar en la celda se le cortó la respiración, malherido: un nuevo recluso roncaba sobre su almohada.

 

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© 2014 por DA

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