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Lope

David Aller

El teatro religioso y el auto sacramental del Siglo de Oro tienen sus antecedentes en las obras pastoriles de Juan del Encina y Lucas Fernández. La primera pieza del Corpus que contiene temas eucarísticos, alegoría y reflexión dogmática es Farsa sacramental, obra anónima que se considera un hito del género. En los tiempos de Lope de Vega, autores famosos por sus obras profanas experimentan también con el contenido sagrado: el propio Lope, Tirso de Molina, Mira de Amescua, etc. El corpus de todo estudio sobre el teatro religioso de Lope de Vega (comedias bíblicas, hagiográficas, de santos, autos sacramentales) incluye obras como La creación del mundo (1631-35), La hermosa Ester (1610), Barlán y Josefat (1611), El divino africano (1610), San Isidro de Madrid (1604-06), San Diego de Alcalá (1613), El tirado castigado, etc. El corpus de obras hagiográficas y bíblicas es enorme: El robo de Dina, La niñez del padre Rojas, Vida y muerte de Santa Teresa de Jesús, El niño inocente de la Guardia, La niñez de San Isidro, La juventud de San Isidro, etc.

Podemos decir que hay un mismo Lope para el teatro profano que para el teatro religioso: su predisposición artística sigue colocando la elaboración lírica por encima de la alegórica, su personalidad de autor de comedias queda por encima de su talento para contribuir a la afirmación y solidez del género. La alegoría, como recurso retórico inexcusable del auto y de la literatura de inspiración religiosa, allí donde descollará Calderón, no queda bien integrada en el drama. Sin embargo, el corpus de autos arroja una cantidad nada desdeñable: entre 50 y 400 obras de temática religiosa (obras como El peregrino en su patria, El viaje del alma, Las bodas entre el alma y el amor divino, El hijo pródigo, etc.), nada especialmente impresionante si consideramos que Juan Pérez de Montalbán aseguró que se habían representado 1800 comedias de su maestro. Sin embargo, estas cifras resultan difíciles de defender: se conservan 314 obras confirmadas del autor, pero muchas otras se le atribuyeron por diversos motivos. Que una obra fuese de Lope, por ejemplo, significaba que era buena, y muchos autores hacían pasar obras propias por suyas para venderlas mejor o simplemente venderlas. La clasificación resulta particularmente compleja, no solo porque toda clasificación tiende a serlo, sino porque en el caso particular de Lope las fronteras entre géneros muchas veces son borrosas y muchas de sus obras contienen diversos elementos y temas. Esto es especialmente pertinente porque su modelo de comedia también pretendía romper la rigidez de los preceptos clásicos y ofrecer al autor joven una mayor libertad creadora, aunque de ninguna manera ilimitada. A propósito de la unidad de tiempo, dice en lo que respecta a las obras históricas y religiosas: «Considerando que la cólera de un español sentado no se templa si no le representan en dos horas el Juicio Final desde el Génesis, yo hallo que, si allí se ha de dar gusto, con lo que se consigue es lo más justo». A diferencia de los autos calderonianos, concebidos como muestras perfectas y ejemplares del género, Lope de Vega navega por diferentes aguas y sus obras están de ese modo rociadas. En ese sentido, El heredero del cielo es una obra que está muy próxima a la narración evangélica (basada en la famosa parábola bíblica de los labradores malvados), al igual que el Auto de la siega, basado a su vez en la parábola del labrador que no quiere arranca la cizaña para no dañar el trigo. Otros autos, como El pastor bobo y la cabaña celestial, el Auto de los cantares o El niño pastor, incluyen también elementos campesinos, motivos populares, canciones, etc.

Es pertinente recuperar ciertas circunstancias vitales de Lope de Vega para contextualizar algunas relaciones establecidas entre su ingenio creativo y la composición de obras religiosas. La vida de Lope ofrece constantes dualidades: conoció el destierro (durante casi 8 años de la villa y corte) y el mayor de los éxitos y prestigio; fue reconocido como el ave fénix de las letras españolas y despreciado por su supuesta ingenuidad y poca altura intelectual en comparación con contemporáneos como Calderón; implantó el sistema polimétrico de tres actos, el personaje del gracioso y nuevas subtramas que se añadían a la intriga principal (su modelo de comedia perduró hasta el siglo XVIII), pero los montajes de sus autos carecieron de la espectacularidad calderoniana; fue reconocido como un autor que pretendía deleitar y entretener al público, pero sin embargo él siempre tuvo muy presente su responsabilidad didáctica. Apostó por combinar comedia y tragedia, y sin embargo esta idea no fue totalmente suya, sino importada del autor italiano Guarini. Fue un niño precoz que, según declararía, escribió su primer drama a los doce años. Las injurias contra Elena Osorio lo condenarían al destierro, en el que se alistó a la Armada y sobrevivió a su derrota en Lisboa frente al ejército inglés. Cuando regresó a Madrid los escándalos no cesaron, casi todos de índole amorosa. Su frenética actividad como amante nunca cesó del todo, ni siquiera a partir de que se orientase a la vida religiosa ingresando en la Congregación de los Esclavos del Santísimo Sacramento; su fervor fue en aumento hasta acabar ordenándose sacerdote tras el fallecimiento de su hijo. Durante esta época escribe obras religiosas, como la novela Pastores de Belén o Cuatro soliloquios. El inmenso reconocimiento que obtuvo en vida y los éxitos de sus obras no evitaron que cayese en un estado de abatimiento por sus penosas circunstancias personales. Podemos ver a Lope como un hombre del Renacimiento, espontáneo y de un talento polifacético y exhaustivo, ingenioso y pasional, el ave Fénix de las letras, un «monstruo de la naturaleza», como dijo Miguel de Cervantes.

La libertad creadora antedicha fue transformándose en una mayor rigidez de temas y estilos con el paso de los años: del joven dramaturgo que introducía novedades traídas de Italia y probaba las suyas propias, fue pasando a una madurez en la que se acercaba más a los criterios más rígidos de Calderón, un teatro de ideas en el que los personajes y la acción se ajustan a las exigencias del tema. Sin embargo, sería un error dramático pensar que ese carácter más libre se correspondiese con una laxitud en el estilo y en las técnicas: Lope de Vega fue un perfeccionista obsesivo, que supo muy bien adaptar sus talentos a la gravedad de los temas tratados. Se le ha impugnado el hecho de no haber escrito tragedias o dramas históricos, y la realidad es que siempre tuvo muy clara la separación entre estos géneros: «Por argumento la tragedia tiene la historia, y la comedia el fingimiento». Obviamente, la alusión a la tragedia como género que trata materiales históricos se debe a que la Biblia era un material histórico en sentido estricto. Lope de Vega escribió muchas obras de contenido bíblico y hagiográfico, que fueron populares entre el público: son las comedias a lo divino y las comedias de santo, algunas de las cuales se representaban con una espectacularidad pocas veces vista en los corrales. Estas obras tenían la virtud de escandalizar a los moralistas, que le impugnaban ciertas frivolidades (como la vida licenciosa de los actores) sin considerar que Lope escribía estas obras movido por el compromiso religioso y la intención didáctica. Los corrales se convertían por tanto en lugares sagrados donde se enseñaban los principios morales del cristianismo a ciudadanos analfabetos que, además, no eran practicantes.

Las comedias bíblicas de Lope abarcan una gran variedad de temas, que por supuesto se veían limitados por la prevalencia del decoro: quedaba excluida la vida adulta de Jesús de Nazaret, y los temas bíblicos tratados se limitaban al Antiguo Testamento y al nacimiento de Cristo (la vida adulta del Mesías solo podía mostrarse en los autos del Corpus Christi, cuyas representaciones estaban fuertemente controladas). Uno de los temas que trató en sus comedias bíblicas fue el del Génesis. Está presente en La creación del mundo y primera culpa del hombre, donde Lope trata el tema del pecado original y sus consecuencias. Señala Glaser que el autor adaptó el texto bíblico a sus exigencias artísticas pero también a las doctrinales, y defiende que la tragedia de Abel y Caín es una consecuencia de la corrupción de Adán y Eva. También relacionada con el libro del Génesis tenemos El robo de Dina, que se centra en la venganza de los hijos de Jacob a Siquem por la violación de Dina. Dice Glaser: «Lope concibe la historia contada por el Génesis como un choque entre una actitud cortesana ante la vida y otra de carácter rural, oposición en torno a la cual construye algunas de sus mejores obras durante el período que coincide poco más o menos con el de la composición de El robo de Dina. Los dos sistemas de valores que se enfrentan en el drama bíblico son muy semejantes a los que encontramos en Fuenteovejuna, aunque deliberadamente aquí la oposición se presenta de un modo menos agudo, y al recurrir con frecuencia a los elementos sobrenaturales, casi indispensables en una obra religiosa, el conflicto esencial tiende a hacerse más borroso». En La hermosa Ester hallamos la dramatización del Libro de Ester, que para muchos investigadores consiste en ser la más especial de todas sus obras bíblicas. Otras obras importantes son Los trabajos de Jacob y La historia de Tobías.

Las clasificaciones tradicionales de la obra lopesca suelen incluir como grupo independiente las llamadas comedias de santo, que son dramatizaciones de la vida de un santo con intención moralizante. Estas obras fueron muy populares durante el Siglo de Oro, representadas bajo encargo de los ayuntamientos y cofradías. Suelen señalarse tres obras de Lope como ejemplos de este subgénero. La que mejores resultados dio es La buena guarda, que, sin embargo, no guarda relación con el tema habitual de santos canonizados. Cuenta la divertida historia legendaria de la monja que huye con su amante (estas comedias también trataban leyendas como tema principal), que además consiste en uno de los trabajos de mayor devoción a la Virgen. Aun siendo un texto de contenido grave, pasa por ser muy divertido y absolutamente coherente con los principios dramáticos de Lope, que defendía que el teatro puede ser varias cosas al mismo tiempo. Estas características compositivas se ven también en Lo fingido verdadero, donde Lope nuevamente explora el interés escénico de jugar con los contrarios, lo grave y lo divertido, y, en este caso, enfrenta a dos personajes completamente diferentes, Ginés y el emperador Diocleciano, y muestra un teatro con intereses (históricos, filosóficos) que sobrepasan con creces al del teatro religioso. El enfoque de la obra es un clásico de la literatura dramática, el mundo como un gran escenario (esta es la mejor opción de Lope con la que equipararse a El gran teatro del mundo de Calderón), y el tema tratado es la conversión y martirio del actor san Ginés bajo el mandato de Diocleciano. Este tema no es original, pues ya Rotrou lo trató en su Saint Genest. Sin embargo, la obra es intensa y emocionante y por todo ello está considerada como uno de los grandes logros del autor. También conviene destacar en esta breve descripción El divino africano, donde Lope dramatiza la conversión de San Agustín a partir de sus Confesiones, y le confiere una cierta eclosión épica final, con la imagen del santo pisando en el cielo a los herejes. Es una obra que reúne las dos exigencias que debían tener este tipo de representaciones: la exigencia dramática y la exigencia doctrinal.

En el auto sacramental La adúltera pecadora, Lope trata uno de los temas de mayor recorrido en el teatro renacentista: el del código del honor, y lo hace tanto de manera social como religiosa. En este caso, el honor del marido con respecto a las infidelidades de la esposa. Lope se mueve en aguas turbulentas, aprobando que el marido dé muerte a la esposa, aunque posiblemente preferiría soluciones menos drásticas. Aquí se da una oposición entre la moral cristiana («no matarás») y el principio de honor mediante el cual el marido despechado tenía derechos sobre la vida de su esposa adúltera.

Si bien es recordado como el gran autor de los corrales, Lope de Vega también compuso obras para la corte, para las que recurrió generalmente a temas mitológicos o pastoriles. Sin embargo, no tuvo la oportunidad de vivir el desarrollo de este gran teatro cortesano, de representaciones lujosas y excesivas, de grandes novedades técnicas. Su tiempo quedó circunscrito al corral de comedias, y allí fue, sobre aquellas tablas, donde se consagró como el ave fénix de las letras; y, también allí, quedó como el gran precursor del auto sacramental, que desarrollaría Calderón de la Barca en todo su esplendor: La adúltera perdonada, La venta de la Zarzuela, La siega, El tirado castigado y El pastor bobo y la cabaña celestial son ejemplos de obras alegóricas y devotas de impecable calidad, compuestas para las celebraciones del Corpus Christi.

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