top of page

Sobre la terminología

David Aller

La radiografía histórica de la terminología y su búsqueda de cientificidad nos devuelve una imagen un tanto imprecisa, la de una disciplina traspapelada entre una multiplicidad de aguas: por un lado, su vocación más pura, la que investiga y sistematiza los lenguajes de especialidad y se incluye en las diferentes áreas de conocimiento científico sin salirse de ellas; por otro lado, su versión más laxa, dado que también es terminológico el lenguaje temático y técnico que se ha expandido fuera de los discursos científicos –casos habituales en el lenguaje industrial, médico, sociológico o mercantil, entre muchos otros–. Estos rasgos especiales, que se traducen en que los recursos técnicos de estudio coinciden con los objetos de ese mismo estudio –o, lo que es lo mismo, el uso de palabras y términos para investigar palabras y términos: esta es una de las propiedades más singulares de los estudios sobre el lenguaje, en los que el metalenguaje coincide con los materiales de investigación–, hacen que la terminología no quede adecuadamente parcelada, que esté sometida a constante revisión. La lengua común rebosa palabras corrientes que en un momento dado fueron tecnicismos o términos de especialidad, pero que el uso y el discurrir natural de la lengua condujeron a su normalización, estandarización y, a veces, a su popularización. No cabe duda de que, desde ese punto de vista, la terminología es altamente comunicativa: lo es a nivel interlingüístico e intralingüístico y también en lo tocante a altos especialistas y a usuarios comunes. Como rama lingüística quedan dudas sobre su legítima autonomía, sobre en qué aspectos se rompe su aparente predestinación con la lexicología. Cabe preguntarse en qué consiste aquello de lo que no pueden ocuparse los lexicógrafos, formados para trabajar con voces notablemente técnicas.

Quizá por ello la defensa del carácter científico del lenguaje de especialidad no haya ocupado una posición central en los estudios del lenguaje; no obstante, no es menos cierto que el incremento de términos se presenta como un cauce connatural al auge de las ciencias naturales y de la tecnología, que traían al mundo conceptos para ser nombrados, descritos y protegidos. En ese sentido, destaca la labor de la Escuela de Viena que, a principios del XX y bajo dominio del estructuralismo, llevó la identidad disciplinar de la terminología a un extremo ya nunca repetido. Eugen Wüster exploró la noción del concepto hasta su máxima expresión, una idealización onomasiológica de consecuencias significativas, la univocidad de conceptos y significantes y la falta de transiciones, los cortes limpios del significado. La expresión de pureza estaba en la inmunidad de los términos. Hoy en día sus tesis están desacreditas y superadas. Apenas queda margen para la negación teórica de la sinonimia, de la polisemia y, en especial, de la variación y del cambio, fenómenos del lenguaje natural que Wüster se resistía a admitir. Para él la terminología era un artefacto, una lengua más exacta e intocable, de base natural pero no obstante creada ex profeso para designar los nuevos conceptos traídos por la ciencia.

Sin embargo, no habría que esperar mucho para el turno de las reacciones: en el auge cognitivista de los años 70 se publicaron los primeros trabajos que se revolvían contra la noción un tanto desnaturalizada de las lenguas de especialidad y abogaban por su índole terrenal. La realidad social y las circunstancias comunicativas de los hablantes penetran en el uso terminológico y este no difiere, en lo sustancial, del uso común. Pese a lo trasnochado de sus tesis, los esfuerzos de Wüster deben contextualizarse como un propósito inestimable: defender el máximo rigor, la precisión y la seriedad. Y eso no ha mudado: continúa siendo una postura de obligado seguimiento, tanto si la aproximación a la terminología se hace con fines puntuales o sistemáticos. La primera, cuyo alcance queda restringido a unidades terminológicas o unidades de conocimiento, se ocupa de resolver problemas específicos, propiciados de manera habitual por la aparición de un término foráneo. Es una terminología muy vinculada a procesos de normativización, a la manera que tienen las lenguas de gestionar la incorporación de extranjerismos, generalmente más influyentes y dominantes. La segunda, y que ahora nos ocupa, se conoce como terminología sistemática y se centra en el análisis exhaustivo de los términos empleados en las diferentes áreas de conocimiento. Ambas orientaciones coinciden en que la búsqueda de uniformidad y precisión es una de las principales preocupaciones tanto de investigadores como de teóricos del lenguaje, que trabajan para que la precisión léxica y conceptual no sea un obstáculo en la elaboración y transmisión de sus trabajos.

Comments


  • Grey Vimeo Icon
  • Grey Twitter Icon
  • Grey Instagram Icon

© 2014 por DA

bottom of page